La pelvis es la región anatómica más inferior del tronco. Siendo una cavidad, la pelvis forma un embudo óseo y muscular que se estrecha hacia abajo. Está limitado por el hueso sacro, el coxis, los iliacos y los coxales (que forman la cintura pélvica) y los músculos de la pared abdominal inferior y del perineo. La pelvis femenina contiene la parte final del intestino (colon sigmoideo y recto), la vejiga urinaria, los ovarios, las trompas de Falopio, el útero y la vagina. La pelvis masculina contiene igualmente la parte final del intestino (colon sigmoideo y recto), la vejiga urinaria, y los órganos sexuales masculinos que son la próstata y los conductos seminales. El dolor pélvico crónico es generalmente de causa desconocida. Pueden existir varias expresiones del mismo, como el dolor anal o rectal, el dolor perineal, el dolor escrotal o del aparato reproductor masculino, el dolor vaginal o vulvodínia, el dolor en el bajo vientre con espasmos vesicales (que a menudo traduce una cistitis intersticial), y otras formas de presentación más complejas.
Muy frecuentemente predomina el dolor en una región, pero existe también de forma variable dolor en otras zonas. También puede ocurrir que a lo largo del tiempo varíe la localización del dolor en un mismo paciente. El dolor pélvico frecuentemente es crónico, de difícil diagnóstico y responde inadecuadamente a los tratamientos. En muchas ocasiones es imposible determinar la causa que lo origina a pesar de los muchos estudios que se realizan. Suele ser causa de frustración y desánimo tanto para el que lo padece como para los médicos, y a menudo se acompaña de síntomas depresivos y ansiedad. Actualmente se disponen de varias opciones terapéuticas para tratar el dolor pélvico crónico. Algunas de ellas son el bloqueo del plexo hipogástrico, la estimulación medular y la estimulación de nervios sacros.